EL ESPÍRITU SANTO RESPALDA

Números 11:17, 25-26, 29

¹⁷ Yo descenderé y allí hablaré contigo. Tomaré del Espíritu que está sobre ti y lo pondré sobre ellos también. Llevarán la carga del pueblo junto contigo, y de esa manera no tendrás que soportarla tú solo.

²⁵ Después el Señor descendió en la nube y le habló a Moisés. Entonces les dio a los setenta ancianos del mismo Espíritu que estaba sobre Moisés; y cuando el Espíritu se posó sobre ellos, los ancianos profetizaron; pero esto nunca volvió a suceder.

26 Sin embargo, dos hombres, Eldad y Medad, se habían quedado en el campamento. Ellos estaban incluidos en la lista de los ancianos, pero no se presentaron en el tabernáculo. Aun así, el Espíritu también se posó sobre ellos y profetizaron allí en el campamento.

²⁹ Pero Moisés respondió:

—¿Estás celoso por mí? Ya quisiera que todos los del pueblo del Señor fueran profetas y que el Señor pusiera su Espíritu sobre todos.

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Estimado lector:

Moisés se encontraba frustrado por no tener ayuda ante las responsabilidades que pesaban sobre él. Para resolverlo, Dios le ordenó que, eligiera a 70 ancianos para asistirlo.

Moisés, por sugerencia de Jetro, había escogido jueces (Éxodo 18:13-26). Ahora, estos 70 ancianos eran establecidos como una especie de concilio regente para temas espirituales, probablemente pudieron haber sido los mismos que subieron con Moisés al monte Sinaí (Éxodo. 24:9-11). Las Escrituras muestra grupos regentes similares; por ejemplo, el Sanedrín, mencionado en los Evangelios.

Dos de esos ancianos de la lista, Eldad y Medad, no habían venido al tabernáculo, quizás sensibles a su propia debilidad e indignidad, pero el Espíritu de Dios los halló en el campamento y allí ejercieron su don de orar, predicar y alabar a Dios; hablaban movidos por el Espíritu Santo. Se puede evidenciar que, el Espíritu de Dios no está limitado al tabernáculo ni a ningún otro lugar en específico, que los que se humillan serán exaltados y los que son más aptos para liderar son los que menos lo ambicionan.

El Espíritu Santo ha sido puesto sobre la iglesia, para equiparla con su fruto y sus dones, de tal manera que, el pueblo de Dios pueda presentar la obra de Cristo, asumir roles de servicio, intercesión y evangelismo respaldados por el poder de Dios (Hechos 1:8).